He buscado por el mundo una mujer de esas que hacen que duela el cuerpo cuando se arrancan de la cama, esas con un par de piernas, ojos, brazos, nada complejo ni de otras dimensiones o planetas. ¿La talla? Digamos que el que dice que el físico no le importa miente, claro que importa, a algunos no nos gustan las rubias, o las que tienen pechos enormes, siendo claros me gustan las mujeres de verdad, esas que se les nota lo humano, que se les ve sudar un poco en verano, las que en un día tal, se pusieron su camiseta del bachillerato para salir al mercado (claro, para eso también tiene que ser una que vaya al mercado)He buscado en… digamos que en México, Argentina, Italia y Estados Unidos, claro que en aquellos tiempos la soledad se me notaba desde lejos, y no importaba si mi viaje era por avión, barco, tren o carretera, siempre, siempre, aparecía una dama dulce, hermosa, radiante y con el terrible propósito de deshacerse de mi soledad; esa soledad que se escribe con mayúscula, que hasta se pone celosa de quien se acerca amenazante para su estancia conmigo.
Todo va mal con estas chicas salvadoras. Recuerdo bien, cuando estudiaba en la universidad, la Psicóloga recibió quejas de mis compañeros, diciendo que les era molesto escucharme decir que la vida era mucho más que sus coches y ropa de comercial. Es guapo pero es rarito, decía. Así que la Sra. Sabelotodo de la Psicóloga, me envió a un terapia, a consulta externa habiendo firmado un convenio de asistencia para poder seguir en la universidad.
Un mes después, dejaba el consultorio de Alejandra, bueno, ya era Ale, y me enviaban a otro edificio, con una señora de algunos sesenta años. Claro, Ale, quien tenía un par de semanas amaneciendo en mi departamento después de las sesiones, se dio cuenta de que no podía seguir tratándome, y por supuesto (esto lo dijo ella) no me enviaría con un bombón!
La Soledad es la mujer que más tiempo lleva conmigo. Pasaron después Sabrina en Buenos Aires, Arely en México, nombres tras nombres, y todas con el mismo intento
Después hubo otras muchas que me enseñaron antes sus encantos, todas con el firme propósito de salvarme del declive, pero, en realidad ¿quién salva a quién?, ellas me tomaban como una clínica de spa, todas querían que les cantara poemas después de bebernos el sudor a bocajarro, ardían como girasoles bajo mi mirada, y al final aprendían de sus cuerpos rincones, sabores y secretos, aprendían de mi, que no todo es el dinero y aprendían a disfrutar las tardes soleadas y las noches donde se ven las estrellas, así estaban listas para buscar a su príncipe azul, con quien disfrutar sus cuerpos redescubiertos, las tardes de sol y las estrellas, claro, en un hotel de cinco estrellas y bebiendo vino de ese que nunca he podido pagar y tal vez ni lo quiera.
Es así, Soledad bienvenida seas cada noche en la que vienes a mi cama…



