¡Y hay poetas que son artistas y trabajan sus versos como un carpintero las tablas!

jueves, 3 de mayo de 2007

Tango

Desperté de golpe. Rápido recorrí la cortina en la ventana con la mano izquierda, tenía apenas medio cuerpo fuera del sueño. Hice un paneo sin detalle de la calle, nada fuera de lo común por una calle de esas de un barrio como el mio, una selva de fieras salvajes que uno aprende a domesticar con inteligencia y un cigarrillo de vez en vez.
Al principio pensé que intentaban robar mi coche, pobre, apenas tiene ocho días conmigo, pero no, no era nada en la calle, no era nada en mi cuarto, entonces supe que debía ser algo dentro mío. Me levanté de la cama, tomé mi celular y ví la hora. Cinco menos diéz, encendí un cigarrillo y me dispuse, una vez más a repasarme por dentro, a oscultarme como a un enfermo al que se le ve tan a menudo por el hospital que uno lo toma poco en serio pero con cariño. Recordé la primera vez que crucé el atlántico, volé desde Nueva York hasta Madrid, poco más de catorce horas de mar bajo mis pies, recordé también que alguna vez, un viejo ebrio en el Cat´s Meow en Nueva Orleans, me dijo que para conocer el árbol tiene uno que conocer sus raíces. Eso me llevó a un suceder de imágenes de mis desventuras por el mundo, la gente y su falta de tiempo para hacer una pregunta y esperar una respuesta, todo, todo me llevó a ese viaje a Phoenix, Arizona con mis padres, tenía algo así de nueve años, de camino a la frontera norte con Estados Unidos, cruzamos la ciudad de Hermosillo, y al pasar frente a la Universidad Estatal, sobre una de sus paredes externas, en fondo azul y letras negras decía:

Tango

Hoy
amanecí
dichosamente
herido
de
muerte
natural.

Efraín Huerta.

Esa sensación que aquella vez me sacudió la infancia y puso fin a mis teorías sobre papás superheroes, maestras de escuela que lo saben todo, ideas de alguna vez convertirme en bombero o médico en Zambia, ser domador de leones en un circo, esa misma sensación fue la que hoy me arrancó de la cama, la que me recordó que estar vivo es el acto heróico de morirse en cámara lenta, la insertidumbre que tengo de saber si a la hora de partir, veré de nuevo mis memorias, una película de lo bueno y lo malo de mis días en la tierra, eso me hace vivir cada día no como el último, sino como el que está allí, para mi, a ese segundo que le toca para mi y que yo también soy suyo.
Ése poemínimo del gran poeta guanajuatense. Dividió mi vida en: antes y después de Tango.

Hasta otro menos desvariado post.