tener que ir a trabajar los días de lluvia, no es, lo digo sinceramente, que me moleste, por el contrario, uno debería poder salir a remojarse, a lavarse suavemente a golpe de gota la tristeza, dejar que el agua, virgen reciclada, nos lave los ojos para ver de nuevo todo como si fuese la primera vez.
Hoy salí casi a rastras de casa para ir a la oficina, Benjamín, el árbol frente a mi casa, (se llama como mi padre, el también da una gran sombra, aunque no hablemos el mismo idioma, no sé hablar Ent o lengua de árbol, me pasa lo mismo con mi padre) estaba lleno de brillo, de pequeñas lucecitas que bajaban entre su fronda como pequeñísimas hadas jugando a encantar hojas recién nacidas.
Por un segundo antes de subir al auto, pensé en el Poema de Federico García Lorca: Lluvia y mientras las gotas arruinaban mis zapatos y debajo de mis pies la tierra se tornaba fango, no pude resistir más y grité:
«Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe. »
Con un hervor nuevo en la sangre, me dispuse a resistir el claustro de un edificio que no tiene más que ventanas que dan a otras paredes.
Pero en mi corazón, estoy sentado bajo Benjamín, descalzo, con mis pies amasando barro…
Debería estar prohibido trabajar los días de lluvia.
viernes, 20 de julio de 2007
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3 comentarios:
Hace un tiempo escribí 'otras cosas' que deberían estar prohibidas...pero es cierto que los días de lluvia para mí son para ver como caen las gotas y empañan los cristales.
Un besito.
Esos días están hechos para sentarse a oír la lluvia y ponerse melancólico y escribir (en mi caso)... pero siguen sin gustarme...
Tienes razón.
Bonito texto.
Detallazo el nombre del árbol.
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